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viernes, 2 de mayo de 2014

Todo lo que necesitas es... ¡Música!

Algunos dicen que todo lo que se necesita es "amor". Puede que sea así, por eso yo digo que la música es amor también. No soy quien para discriminar estilos musicales, ni los gustos de nadie, ni mucho menos decir qué es buena música. Ésta al fin y al cabo, puede expresarse de cualquier forma, y nosotros le damos el sentido que queramos. Música es un sonido agradable, porque no creo que alguien tenga en su repertorio "sonidos de taladro". En fin...

Llegué un poco atrasada a clases. Un compañero dijo "Ella, ella toca viola". No me gusta decir "Toco viola", porque siento que me falta demasiado, sigo aprendiendo, y nunca dejaré de ser una aprendiz. Pero al final no se habló más del tema.
La profesora preguntó si escuchábamos música, a lo que todos respondieron sin titubear que sí. Luego preguntó qué tipo de música escuchábamos, y finalmente qué sentíamos con ella, a lo que algunos levantaron la mano y dieron su opinión, en una o dos palabras. Yo tenía una respuesta en mente, pero daba para mucho, así que preferí no decir nada al respecto.
Pero en breve… ¿Qué siento con la música? ¡Qué no siento! Si ya cuando escuchas una pieza es emocionante, tocarlo es aún más. No soy una gran intérprete, por lo que no me gusta tocar en solitario. Pero cuando estamos en orquesta, todos los sonidos se fusionan, las emociones de cada uno. Transmitimos entre nosotros, y también buscamos transmitir al resto el verdadero significado de la música, que es más que “pelotitas con rayas, fortes, pianos, crescendos, silencios”.
Una de mis interpretaciones favoritas, es la de un concierto para violoncello. Una gran intérprete femenina, de las mejores en su época, que desafortunadamente la enfermedad (esclerosis múltiple) la llevó a dejar la música a temprana edad (28 años) y finalmente, falleció con tan solo 42.
Jacqueline Du Pré.  
La clase se trataba de "Sonidos creativos". Mucho ruido al comienzo. Cada uno con sus instrumentos, conociéndolos, emitiendo sonidos, riendo algunos, serios otros, pero al fin y al cabo, el fin era alguno.
Nos juntamos en grupos por "familias" de instrumentos. Yo estaba con las cuerdas. Éramos solo guitarras. Teníamos que inventar algo rápido, en no más de 15 minutos... ¿Qué hacemos? Nos preguntábamos... "¡Que cada uno toca lo que se le ocurra!". Quise controlar de cierta forma la situación por un momento, y les recomendé algo... "Haz este acorde". No sabían hacer acordes, por lo que les enseñé. La idea era que dentro de la espontaneidad de nuestra creación musical, sonara algo relativamente armonioso.
Fuimos los primeros en presentar de los tres grupos que se armaron: cuerdas, percusión, vientos.
Le pusimos “Agua tranquila”. Al parecer al público le gustó. Nuestro final fue igual de improvisado.
Lo último que hicimos era en grupos de 6-7 personas hacer una pequeña interpretación sobre alguna palabra que nos daba la profesora, la idea era que el resto “adivinara”. Yo participé en el último. Nos tocó “tristeza”. Más que tristeza fue tranquilidad. Increíble cómo se pasa de un momento de euforia a otra de completa paz. Todos en silencio. Ese es el poder de la música.

                           

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